250 millones de dólares. Esa fue la cifra por la que
Nokia se vendió a
Windows Phone y que
Microsoft pagó
en el acuerdo estratégico de colaboración para que el mayor fabricante de
móviles del mundo empezase a trabajar con su plataforma y no con Android. Por su
parte Nokia irá pagando poco a poco los correspondientes derechos de uso de
Windows Phone a los de Redmond como todo hijo de vecino. Lo que parecía un plan
perfecto en una prometedora unión de líderes, un año después se ha convertido
en…
una incógnita sin una dirección clara y en la que
no se sabe a ciencia cierta quién necesita mas ayuda.
En el CES vimos a los CEOs de ambas compañías presentando el
Lumia
900, una copia del Lumia 800 para EEUU con pocas novedades, en un
mercado donde además Nokia se ha estrellado tradicionalmente una y otra vez. Por
otra parte el
más de un millón de Lumia 800 vendidos en Europa
dejan un sabor agridulce ya que, aunque no indicaron previsiones, todo parece
indicar que se han quedado por debajo de lo esperado y no parece que esto vaya a
mejorar sin grandes terminales a la vista. Aun así Nokia está haciendo su parte
del trabajo.
Mientras Microsoft sigue tirando de músculo financiero para convertirse en el
tercero en discordia, en un mercado donde cada vez más sólo se ven dos sistemas,
el iOS y Android. Windows Phone lo tiene todo para situarse ahí por méritos
propios. Es un SO potente, conectado, sencillo y agradable de usar (aunque
mantienen algunos problemitas). Sin embargo resulta curioso que ahora tengan
menos cuota de mercado que cuando tenian las versiones Windows Mobile. ¿Qué está
haciendo mal Microsoft? Pues básicamente llegar tarde y mal al mercado, además
no ofrecer nada realmente revolucionario con lo que atraer a la gente. ¿Podrá
cambiar este panorama con Windows 8 y su famosa integración multiplataforma?
Como tarden mucho más creo que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario